C.P. Rogelio Rosales Ordaz.

C.P. Rogelio Rosales Ordaz.
Puedo escribir los versos más tristes ésta noche...

jueves, 23 de mayo de 2013

"Con perfume de gardenia"



Una chica pueblerina; huye de los maltratos fisicos y verbales de una madre alcoholica. Sin proponerselo, llega a la ciudad de Tijuana en los años 30's.      
Ciudad donde se prostituye para poder subsistir.
Ingresa como dama de compañía en los casinos de agua caliente. Lugar donde es la chica mejor cotizada del lugar causando envidias. A la postre, es acosada por las demas chicas, alegando que se prostituia por poco dinero para ganar clientela: "Un día más en la vida de Amanda Beatriz Cárdenas a los ochenta y seis años de edad: esa mañana se levantó muy temprano como lo venía haciendo de manera cotidiana hasta estos momentos de su existencia. Ya era una costumbre, que de forma instintiva se le había hecho un hábito en su diario vivir. Siempre igual: algunas veces se le veía deprimida, cansada y con enfado a la vida misma. Desilusionada del amor de los hombres y esta vez, con desanimo a levantarse y seguir viviendo una vida normal.                                         
En algunas otras ocasiones, se le veía sentada sobre su silla de un lugar a otro, llorando en silencio y con profunda tristeza. También se le llegaba a ver, hablando y contestándose a si misma en voz alta mientras caminaba por los pasillos del asilo para ancianos donde recientemente había ingresado. Siempre diciéndose así misma que debía cambiar y cortar ese tren de vida en el oficio más antiguo del mundo como lo era la prostitución.
Motivo por el cual, pensaba que el puterío no la llevaría a ninguna parte y que había llegado el momento de retirarse con la frente en alto y para siempre, de este oficio que llevó en toda su vida. En todo momento, con su excesivo maquillaje sobre su ya demacrado rostro; su cabello teñido del color rubio amarillento, descuidado y maltrecho. Dejándose entrever el color de las canas en las raíces de su escasa cabellera.

Amanda Beatriz a estas alturas de su vida, vivía en una frecuente fantasía. Pensaba y estaba segura de ello; en que debía asearse, maquillarse, y después recorrer las calles de la ciudad para vender placer a todos los hombres que le llegasen al precio como la mujer más bella, deseada y cotizada de todos los tiempos. Dinero que pensaba obtener, dando un poco de su compañía, besos, caricias y servicios sexuales.  
Esa mañana y después de su acostumbrada ducha. Se paró frente al espejo de la cómoda y se dispuso a embellecerse. Pintó sus escasas pestañas con su rímel favorito. Un rímel que ya por muchas décadas venía usando sin cambiar de marca. Y aunque ya estaba pasado de   moda y le costaba mucho trabajo conseguir este producto por estar descontinuado; a ella le encantaba usarlo, porque aun lograba estilizar y darle un poco de forma crespo a lo que le quedaba de pestañas.
Como consecuencia de la utilización de este cosmético, padecía de una severa inflamación de la conjuntiva y de los parpados. Diagnosticado médicamente como una conjuntivitis alérgica aguda. Mostrando en las raíces de sus escasas pestañas, una grave irritación crónica; donde a simple vista se alcanzaban a divisar los vasos sanguíneos en sus parpados. Los cuales resaltaban por la pálida conjuntiva que venía padeciendo ya por más de treinta y cinco años de su vida. Enfermedad que, con su basta experiencia, ayudada con un poco de su rímel y un toque de sombras de su maquillaje, sabía bien como cubrir y que no se notase esa inflamación e irritación; pero qué, sin poder evitarlo, esto le producía un lagrimeo constante en sus ya cansados ojos.  
Durante el proceso de embellecimiento de su longevo rostro. Veía que al paso de los años, necesitaba aplicarse cada vez más de estos cosméticos. Siempre tratando de cubrir sus ya marcadas y múltiples arrugas. Aplicando una capa, seguidas de muchas otras más, perdiendo en muchas ocasiones la cuenta del número de aplicaciones; formando con todo ello, una gruesa capa de maquillaje y polvo; y aun así, no lograba cubrir totalmente las arrugas que habían hecho un hogar sobre su rostro.            
Al ver esta terrible situación frente al espejo; Amanda, con cierta lentitud, llevó ambas manos para tocar la piel marchita de su rostro con cierta nostalgia y preocupación.       
Situación que en el presente la deprimía cada vez más por no poder cubrir esas múltiples arrugas instaladas sobre otras arrugas; y peor aun, el hecho de no querer aceptar  todos esos años que llevaba a cuestas; y que sin duda eran bastantes. Años que quería cubrir a como diera lugar y sin importar la cantidad de cosméticos que necesitase usar para tal fin. Convencida de ello y tan solo en su mente; quedaban todos esos años bajo la mezcolanza, entre el polvo, el rímel y las cremas utilizadas para su arreglo personal.
Pensativa, mientras era abatida por una profunda depresión; dirigió su mirada hacia una pequeña lágrima que se deslizaba de manera pausada y zigzagueante sobre su rostro hasta la parte media de sus enflaquecidas mejillas; la cual fue absorbida por su deshidratada piel, impidiéndole llegar más allá.     
Inmediatamente después, retocó aquel gran surco que había dejado esa secreción salada, hasta hacerlo desaparecer utilizando un poco más de polvo, para al final de cuentas dejarlo en el olvido y continuar con su vida diaria.
¡Oh Dios mío, no lo puedo creer!  ¿Qué fue de mi vida? ¿Dónde quedó aquella flor tan bella, tierna y fresca? ¿Qué fue de la inocencia de la pequeña Amanda? ¿Dónde quedaron todos mis sueños? ¿Dónde estarán mis hermanos?, –se preguntaba frente al espejo, al mismo tiempo que halaba en más de tres ocasiones aire con cierto esfuerzo.
Viendo en ese instante, como se desvanecía lentamente la imagen de una languidecida mujer, entre tanto que observaba como todo esto ocurría en una metamorfosis y aparecía en el reflejo del espejo, una hermosa joven con un escultural cuerpo.
Exclamando ella una vez más. Pero esta vez con mucha alegría y credulidad a lo que en ese instante veían sus ojos:                    
- ¡Oh mi Dios, hoy día vendrá a visitarme el joven auxiliar contable, mi gran amigo!,… ¡Señor, mi Dios!, quiero darte las gracias porque la chica del reflejo, sin duda que soy yo, “MADAME CARDONNE”, –suspiraba ella, una y otra vez al escuchar ese nombre que por muchos años había sido un bello susurro a los oídos de su ego personal. - ¡Oh!, la incomparable Madame Cardonne. No cabe la menor duda de que sigue siendo usted la mujer más bella de todo el mundo; así que debe usted ponerse mucho más hermosa, para con ello, seguir siendo la envidia de todas las horrendas mujeres en esta ciudad, –se decía a sí misma, mientras le sonreía y le coqueteaba a su imagen frente al espejo. Entre tanto suspiraba con una profunda alegría al escuchar tan peculiar apodo que portó con verdadero orgullo en toda su vida como meretriz o ramera...           

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